Como ya habíamos dicho en posts anteriores, una fiesta sin invitados no es fiesta. Al igual que a la dueña del santo, hay que agasajarlos como se merecen desde el inicio. Y ello implica darles una cordial bienvenida y hacer que se sientan como en casa durante la celebración.A todo esto, deben preguntarse quién o quiénes son los encargados de dar el primer saludo a los concurrentes. Pues en principio pueden ser miembros de nuestra familia más cercana, como nuestros padres, hermanos, tíos e inclusive padrinos de ceremonia.
No obstante, ese día -o mejor dicho, noche- suele ser tan agitado que muchas veces la familia tiene que estar pendiente de varias cosas a la vez para que la fiesta salga según lo planeado.
Por ello se suele recurrir a la contratación de un par de recepcionistas o anfitrionas, que acojan a los invitados y les indiquen su ubicación (si es que existiera una disposición específica). Aunque lo ideal es que exista al menos un familiar que supervise el ingreso para que todo vaya en orden y se demuestre un trato más considerado de parte de los organizadores.
Pero en eso no se acaba la función de los anfitriones, ya que a lo largo de la fiesta deben acercarse -incluida la propia quinceañera- a los grupos de personas y agradecerles su asistencia, aparte de preguntarles si están a gusto o si necesitan algo en especial.
Esto no quiere decir que van a ir de mesa en mesa toda la noche y perderse el show. Sino que deben darse un tiempo para recoger las impresiones y dejar un buen recuerdo de un acontecimiento tan especial.
Imagen: Pichara Eventos
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